Capítulo 62: Paco

Reemprendo el camino hacia mi camarote, no porque quiera que el fin del mundo me pille durmiendo, como Kurt, sino porque prefiero que me coja despejado. Así que voy echar una cabezadita de un par de horas. De camino al ascensor me encuentro con Paco Puche, que mira, hipnotizado, el verde oscuro del fondo del mar a través de un ojo de buey.

—Hola, Paco.

Pero Paco no dice nada.

—¿Paco, estas bien?
—¿Has leído mi libro?
—¿Cómo?
—Mi libro... ¿lo has leído?
—Sí... Bueno, no... Sólo aquel poema...

Mete la mano en el interior de su chaqueta y yo me imagino que va a sacar un revolver y que aquí se acaba todo. Pero no. Saca su libro. Su puto libro. Y me lo ofrece, sin dejar de mirar la negrura oceánica que tiene delante porque, en serio, no se ve una mierda.

—Lee. La página 20.

Cogo el libro. Lo abro por la página 20. Pone...

—¡En voz alta!
—Ah, sí, sí... perdona. Ejem... Se titula ¿Homenaje? Y dice: “Cuando despertó, el dinosaurio ya no seguía ahí.”
—¡Joder, lees de pena!

Me quita el libro violentamente de las manos, poseído por un diablo, y entonces recita y declama como si estuviera ante un inmenso auditorio:

—¡Cuando despertó, el dinosaurio ya no seguía ahí! ¡Ya no seguía ahí!

Y como vino, se va, el diablo. Paco vuelve a su ensimismamiento y a su ventanita y a su fondo del mar. Yo me largo de aquí porque esto es muy raro. Y mientras me voy, a través del pasillo, alejándome, le pregunto a Paco.

—Oye, Paco. ¿Porqué haces poemas tan cortos?
—Página 35.
—Página 35, ya...

No hay comentarios:

Publicar un comentario