Capítulo 22: No lo han hecho, pero lo harán

Alguien me ha puesto una manta sobre los hombros y una taza de té caliente en las manos. Aún estoy en este sótano húmedo, ahora iluminado por una nueva luz. ¿De dónde ha salido esta manta? Seguramente de ese armario de plástico. ¿Y esta taza de té? Seguramente de esa alacena. ¿Cómo la han calentado? En ese microondas metalizado, sobre esa nevera rojo infierno. Una mesa de madera aquí, dos sillas de plástico allá, un par de literas, un televisor de tubo, un vídeo VHS... Como si alguien, unos niños, se hubieran montado un fuerte juntando trastos de aquí y de allá.

Alguien se acerca por la espalda. Es Puche.

—¿Te encuentras bien?
—Sí, supongo...
—Venga, no ha sido nada.
—Ya...

Intento recordar. El pasillo, la puerta, el sótano, aquellos dos tipos que ahora están muertos... Los cuerpos de Chalud y Henry yacen aún en un rincón de la sala, uno sobre el otro.

—¿Quiénes eran?
—¿Esos dos?
—Sí.
—Bueno, ya lo sabes. Uno era el embajador boliviano en...
—No, no. No me refiero a eso...
—¿Pues?
—¿Porqué están muertos?
—Bueno. Había un conflicto de intereses. Chalud nos iba a poner algunos problemas diplomáticos con el gobierno chino. Lo de Henry era una cuestión de patentes. Un antepasado suyo inventó el relé.
—Y les has matado.
—Sí, les he matado.
—¿Has matado a dos personas?
—No, qué va. Eso sí que no...
—¿Cómo?
—Creo que no les has mirado bien a los ojos...

No sé qué quiere decir, pero consigue despertar mi curiosidad. Me levanto, dejo la manta sobre el respaldo de la silla y la taza de té sobre la mesa. Avanzo lentamente hacia los cuerpos, como esperando algo, como temiendo un respingo, como en una peli de terror. Me acerco e intento identificar alguno de esos dos rostros, pero no lo consigo, algo me lo impide. No puedo definir sus contornos, sus colores; están borrosos y no me parecen reconocibles... De hecho, no me parecen humanos.

—¿Qué es eso?
—Feo, ¿no?

Su piel es verde y sus ojos, rojos. Tienen un mentón prominente y las orejas como un elfo. Su lengua es lila y, joder, se parecen a un puto skrull.

—¿Es una broma?
—Me temo que no, Alberto.
—¿Y qué coño es eso?
—Como te diría... ¿Has visto Men in Black?
—¿Me intentas convencer de que los aliens han invadido el planeta?
—No, aún no lo han hecho. Pero lo harán.
—¿Cómo?
—Dentro de cinco mil años invadirán el planeta.
—¿Cinco mil años? No creo que este planeta dure cinco mil años.
—Créeme, los durará. Tendrá sus altibajos, pero los durará.
—Bueno, pues avísame dentro de cinco mil años...
—No te creas. Cinco mil años pueden pasar volando.
—¿Y eso qué quiere decir?
—Mira, Alberto... Ten un poco de paciencia para entender esto: Imagina que vives a finales del siglo XVII, imagínate en Francia, por ejemplo, entre pelucas y polvos de talco...

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