Capítulo 63: Mas

Bajo en el ascensor, como baja Mickey Rourke al final de El Corazón del Ángel. Y de repente el ascensor se detiene y se abren las puertas y pienso que nunca voy a llegar a mi camarote. Es Artur Mas, con una corbata atada a la cabeza y una botella de cava entre las manos. De fondo se oye a Raffaella Carrà.

—¿¡Qué passssssa, tío!
—Ey, Artur. ¿Cómo va?
—¡Muuuuuuy bien, va muuuuuuy biennnnnn!

Intento tener una conversación seria con él, pero no puedo. No sé, quizás hablar de todo esto, reflexionar sobre la ética de lo que está pasando, hablar un poco de amor y preguntarle si lo que hace lo hace de verdad o sí, quizás, en el fondo, un político es un político y no puede dejar de ser un político.

—Artur...
—¡Explota, explota, me expló!

Y entonces el ascensor se vuelve a detener, y yo me pregunto cuántas plantas tiene esto, cuántos pisos puede tener una fortaleza submarina construida por el hombre.

—Buenas noches, caballeros.

Es un tipo trajeado y pequeño, con pelo de contable y gafas.

—Buenas noches.
—Buennnnnnassssss nocheeeeeessssss...
—Caballeros, los reclaman en la planta trece.
—¿A nosotros?
—Sí, a ustedes dos. Y también al señor Morrison y al señor Vonnegut. ¿Saben dónde puedo encontrarlos?
—Kurt está en el bar, pero se iba a su camarote. Grant estaba en el lavabo de la planta... bueno, no sé. En un lavabo, hace un momento.
—¡Explota, explota, me expló!

El tipo con gafas mira a Artur con cara de desaprobación, o quizás simplemente lo mira como miran los contables. Se mete la mano en el bolsillo y saca un frasco con cositas rosas y redondas dentro, como caramelos.

—Señor, Mas. Tómese esto, por favor.
—¿Qué es? ¿Es bueno?
—Es bueno, señor Mas.

Y Mas se lo toma como un niño bueno.

—¡Mmmmm! ¡Sabe a guayaba!
—Planta trece, por favor. Nos vemos en seguida.

Busco el botón de la planta trece en la botonera, pero no hay botón de la planta trece.

—Eh... Perdone, no hay planta trece.
—Sí, sí la hay.

Y las puertas se cierran, y el ascensor vuelve a ponerse en marcha, y sigue bajando.

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