Capítulo 46: Adentro tuyo siempre

Llegamos al aeropuerto del Prat, en Barcelona. Son las dos de la mañana y aún nos queda una hora que matar antes de que nuestro avión despegue. Me muero de hambre y le digo a Ana y Deivid que me muero de hambre, que me voy a pillar una hamburguesa. Deivid dice que me acompaña y Ana que va al lavabo.

De camino al bar, no nos decimos nada; no hablamos, no tenemos nada que explicarnos. Durante este año que hemos pasado en la casa del bosque nos lo hemos dicho todo. De todas formas, no es muy agradable hablar con uno mismo. No sabría decirle porqué, pero es una cosa extraña e incómoda, como hablar con alguien que conoce todos tus secretos y que a la vez es un extraño.

Así que, sin más, pedimos dos hamburguesas completas, dos raciones de patatas fritas y dos cervezas. El camarero nos mira raro y supongo que piensa que somos como dos gotas de agua.

Mientras tanto, aunque yo eso no lo sé todavía, Ana ha hecho una parada en la farmacia y ha comprado un test de embarazo. En el lavabo huele a mierda, a sudor, a callejón regado de orín, viajes largos y borrachos. Ana se encierra en uno de esos sucios habitáculos para hacerse la prueba. Un largo minuto después el cacharrito ese le dice que sí.

Cuando Ana vuelve, yo le estoy dando el último bocado a mi hamburguesa y Deivid rebaña una patata en mayonesa. Se queda detrás nuestro, a un par de pasos, y con su mirada, sólo con su mirada, nos obliga a volvernos. Y dice:

—Estoy embarazada y es vuestro.

Durante un momento me invaden sentimientos encontrados, clichés cinematográficos de telefilme barato. "¿Quién es el padre?", me pregunto. Pero cuando miro a Deivid a la cara y Deivid me mira a mí a la cara, entiendo que en realidad da igual, que qué importa, que qué más da, si en realidad somos la misma persona. Ella lo ha entendido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario