Capítulo 52: Jueves, 21:00

En la puerta del piso de Sergio aún hay un precinto de los Mossos d'Esquadra, como en la películas, pero rojo y azul en lugar de amarillo. No es muy difícil quitarlo, pero la puerta está cerrada con llave. No como en las películas. Llamo al timbre de la señora Paquita, la vecina, nos conocemos y tiene una copia de la llave. Me la da. No hay problema. Hay confianza.

La casa está a oscuras y no hay corriente. Avanzo por el pasillo alumbrando el camino con la pantalla del móvil, pero apenas veo más que unos bultos. Si no fuera porque he estado aquí antes mil veces no podría llegar hasta el salón, hasta la ventana, y subir la persiana. La luz de las farolas de la calle entra en la estancia, una luz naranja infierno que lo ilumina todo con mucha dramaturgia.

Es entonces cuando lo recuerdo todo con claridad. El cuerpo sin vida de Sergio, la prensa, las preguntas de la policía. Hay libros por el suelo, cristales rotos, desconchones en la pared y sangre seca. Hay signos de pelea, hay botellas vacías de marcas extrañas. Hay huellas y esos cartelítos numerados de la policía, señalando el lugar de la pruebas recogidas. Hay ropa tirada por el suelo y hay un tebeo de Superman sobre la mesita. Lo recojo, lo ojeo, y me siento en el sillón de la sala de estar a leerlo, con está luz de infierno. Pero entonces suena el teléfono.

—¿Diga?

No contestan. Sólo oigo interferencias y ruido.

—¿Diga?

Y cuelgan. Así que me vuelvo a sentar el el sillón, con el tebeo de Superman, con está luz. Pero suena de nuevo el teléfono. Lo descuelgo, pero esta vez no digo nada y espero a que la persona que hay al otro lado de el primer paso:

—¿Sergio?
—Sergio no está.
—Ah... ¿Quién es?
—¿Quién es usted?
—Un amigo. ¿Y usted?
—-Un amigo también. Oiga, se oye fatal... ¿No puede moverse un poco?
—Sí, a ver... Estoy buscando a Sergio.
—Ya. Pues no está.
—¿Y sabe cuando volverá?
—No creo que vuelva.
—¿Cómo?
—Que no creo que vuelva...
—¿Qué quiere decir?
—Que no va a volver.
—¿Y sabe dónde puedo encontrarle?
—No sé. Déjeme su número y ya le llamará...
—¿Cómo?
—Que me deje su número, ya le llamará...
—¿Que cómo va a llamarme si no va a volver?
—No sé, ya volverá, supongo. Se lo puedo dejar a la vecina.
—Oiga... Oye...
—Tío, te escucho fatal...
—Oye, gilipollas. Esto es muy raro y no estoy de humor. Dime dónde coño está Sergio.

Y cuelgo. No sé, por miedo. O por hacerme el duro. Me quedo un rato al lado del teléfono, esperando a que vuelva a sonar, con el corazón palpitando. Pero no suena. Así que vuelvo al sillón, al tebeo, a la luz... Y, entonces, sí, vuelve a sonar.

—¿Si?
—Oye, mira. Vamos a empezar de nuevo otra vez.
—Vale.
—Vale, pues. ¿Está Sergio?
—No, no está. ¿Quién pregunta por él?
—Un amigo.
—Pues no está. Le puedo dejar una nota...
—Sí, por favor.
—Espere, que cojo papel y boli...

Cojo el tebeo de Superman y un rotulador rojo que hay en el suelo. Es demasiado grueso, de esos para pintar en las paredes.

—Dígame.
—Dígale que no abra la puerta. Que no abra la puerta a nadie. ¡A nadie! Y sobre todo que no se la abra a David González. Sobre todo, a él no.
—¿Puede repetir eso? Le oigo muy mal...
—¿Todo?
—No, el nombre.
—David González.
—¿David González?
—Sí, David González.
—¿Y porqué no puede abrirle la puerta a David González?
—¿Lo conoce?
—No..
—Pues dígale sólo eso. Que no abra la puerta.
—Que no abra la puerta...
—¿Lo ha apuntado bien?
—Sí, sí. Que no abra la puerta.
—Sobre todo a David González.
—De acuerdo, de acuerdo...
—¿Y quién le digo que ha llamado?
—Alberto.

Suena mi móvil.

—Espere, tengo que dejarle. Me llaman al móvil.
—¡No! Mejor dígale que ha...
—Sí, sí. Tengo que colgar. Gracias.

Cuelgo.

—¿Diga?
—¿David González?
—Sí, soy yo.
—Soy el comisario Gordillo. Nos conocimos hace unas semanas...
—Sí, sí... Dígame.
—¿Puede decirme qué hace en el piso de Sergio Vila?
—¿Cómo? ¿Me está vigilando?
—No. Estamos vigilando el piso de Sergio Vila...
—Ya...
—He venido a... he venido a recoger un tebeo.
—¿Un tebeo?
—Sí, un tebeo se Superman.
—¿Y cree que ese es motivo suficiente para saltarse el precinto de la policía, señor González?
—Bueno, es un tebeo importante...
—Señor González. Será mejor que no salga del país...

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