Capítulo 19: La charla

—¿Qué te ha parecido el discurso, Alberto?
—No sé. Un poco fuerte para estos chicos. Joder, tienen veinte años...
—Venga, hombre. No me seas paternalista. Sabes que la cosa esta muy jodida.
—Sí, supongo...
—Bueno, ¿y tú cómo estás?
—Bien. No me puedo quejar.
—En la cresta de la ola con lo de Puche...
—Sí, un golpe de suerte. ¿Qué te pareció?
—Bien, bien. Me pareció bien. Puche estaba en estado de gracia.
—Tuvo mucha repercusión.
—Sí... A ver cuánto te dura...
—¿Qué quieres decir?
—Mira lo de la dimisión de Rajoy. Ya se está desinflando. Que si “no quiso decir exactamente eso”, que si “no se entendieron sus palabras”, que si “ahora hay que buscar otras fórmulas...”.
—Bueno, lo de siempre.
—Sí, lo de siempre.
—Perdona, ¿me puedes poner otro café? ¿Tú quieres otro, Antonio?
—No, estoy bien.
—Pues sólo un café. Merci.
—¿Estás con alguien, Alberto?
—¿Rollo pareja?
—Sí.
—No. Hace tiempo que no.
—¿Y tú...?
—No, lo dejamos. Bueno, me dejó.
—Vaya, lo siento.
—Hace tiempo, ya.
—¿Qué pasó?
—No sé. Se acabó el amor, había otro hombre, cualquier mierda de esas. Da igual. La cosa estaba podrida. Yo había tenido algunos rollos ya, ella también...
—¿Alguno serio?
—Hubo una chica, periodista, joven. Trabajaba en tu periódico. Pudo haber salido bien.
—¿Cómo se llamaba?
—Claudia.
—¿Claudia?
—Sí. ¿La conoces?
—Bueno, no sé... Sí... Creo que... no sé si... ¿Hace mucho que no la ves?
—No, no. Ayer mismo. Ayer la vi. En Razz.

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