Capítulo 30: ¿Dónde estuviste en cuarto? (flashback #4)

La facultad fue un poco una gran mentira, un bluf, un quiero y no puedo. Una va allí pensando en el futuro y todo eso, y vive cuatro años sólo para eso. Y entre libros y apuntes, sí, es cierto, hay tiempo para el amor. Una mentira dentro de otra mentira; un mundo aparte, fuera de la realidad.

Si todo va bien, si no hay nada que te expulse de esa burbuja, eres invencible. Nada importa porque siempre tienes un plato de sopa caliente en casa de tu madre. Siempre hay un coche de segunda mano. Siempre hay un libro que regalar, un hotel de tres estrellas en la costa, canciones que se gravan a fuego.

En serio, es una droga. La universidad es una droga y cuesta desengancharse. Y cuesta no recaer.

Hace quince años yo estaba ahí, enganchada. Memorizando nombres, fechas, artículos y leyes como una boba. Engañándome a mí misma, pensando que me estaba asegurando un futuro prometido.

Fue en esa burbuja donde conocí a Alberto. En fin, supongo que por aquel entonces yo era algo influenciable. Alberto, con su pelo largo, su barba de tres días y sus tejanos gastados. Resaltaba al lado del típico periodistucho de mocasín que pululaba por la facultad con Le Monde Diplomatique bajo el brazo. Resaltaba al lado del típico progre de chaqueta de pana. Y resaltaba al lado de mi novio, Manuel, el contable. Así le llamaba Alberto, “el contable”. Se mofaba. Ahora Manuel es mi marido y el padre de mis hijos. Y no me arrepiento. ¿De qué hay que arrepentirse? He aprendido a no creer en las promesas.

De lo vivido con Alberto conservo, sobre todo, una sensación. Una sensación muy agradable, entre nubes de algodón. Recuerdo el día en que hablamos por primera vez, en el tren, de camino a la facultad. Él me dijo que le gustaba Calamaro, yo le dije que era más de Sabina. Recuerdo las clases de fotografía. Recuerdo hacer campana y pasar las horas en el césped del campus; él me hablaba de sus tebeos y hasta eso me parecía encantador.

“Siempre es primavera”, decía él.

Lo que no recuerdo, por ejemplo, es dónde estuvo en cuarto. No tengo ninguna imagen de eso. Y sé que nos fuimos distanciado, que lo nuestro no funcionó, que él se echó novia y todo eso. Sí, lo sé. Sé que fue un final flojo para una historia bonita. O quizás la idealizo, pero, bueno, en fin, es mi historia. Lo que me parece extraño es no recordar dónde estuvo en cuarto, a qué asignaturas iba, en qué bares pasaba las noches. Nada. Ni una imagen.

Ahora lo sé. Sé que estuvo aquí. Sé que durante el cuarto curso de la carrera de periodismo, hace quince años, estuvo aquí. Estuvo ahora. Y mató a este tipo con chaleco reflectante.

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