Capítulo 45: Hoy empieza todo (flasback #5)

Así que aquí estamos, Ana, yo y yo mismo, viajando en un Lada destartalado. Son las siete de la mañana del 11 de septiembre de 2013; unos diez grados, viento suave y cielo parcialmente nublado para el final de un verano que los expertos niegan que haya existido. Y para que todo esto resulte más claro para usted, y también más fácil para mí, voy a darle un nombre a ese otro yo tan joven y tan lleno de energía: Deivid.

Deivid es como me llamaban en el cole, y también en el instituto. Quizás por David Hasselhoff, por el Coche Fantástico en los 80 y por Los Vigilantes de la Playa en los 90. El Coche Fantástico fue la bomba. Un coche que hablaba y que además saltaba era lo más por aquel entonces. Nadie lo había hecho antes; no al menos así, tan prosaicamente, tan hijo de vecino. Era la típica chorrada de los 80 que marcaba a una generación y se convertía en fetiche. Después, en los 90, la pasión por Los Vigilantes de la Playa no fue tan generalizada, ni estaba tampoco muy bien vista. Ya no estaba tan de moda la cultura pop, y aquella serie fue considerada telebasura, mierda fríecerebros. Pero, en secreto, en la intimidad de sus casas, a todo el mundo le gustaba Los Vigilantes de la Playa. De una manera u otra, todos sintieron una atracción fatal por el torso peludo de Hasselhoff y las tetas de Pamela Anderson. Fue algo también muy de los 90, de su decadencia, de su impostura, de su quiero y no puedo. Así que David Hasselhoff lo ha sido todo durante mucho tiempo, aunque la gente lo tenga ahora por una caricatura de sí mismo, y quizás él mismo también y viva de ello. Y eso también es muy de ahora.

No descarto que me llamasen Deivid simplemente porque sí, porque en aquella época molaba el inglés. MC Hammer, los juegos de Spectrum y el eterno revival de Grease contribuyeron a la causa. Y, no obstante, nadie de mi generación aprendió a hablarlo decentemente. La anterior sí que dominó el francés, en parte por despreció a todo lo anglosajón; pero nosotros no aprendimos idiomas en la EGB. Eso sí, memorizamos ríos y afluentes, montañas y cordilleras, que el Mulhacén es el pico más alto de la península y que Burgos fue la primera capital del reino de Castilla. Sinceramente, ahora, en perspectiva, todo eso me parecen chorradas que nunca sirvieron para nada, días perdidos en la educación pública.

Y eso me lleva a la radio de este coche, en la que un grupo de tertulianos exaltados debaten sobre Cataluña, España, libertad, secesionismo, catalán y castellano. Hoy es la Diada Nacional de Cataluña y los medios de comunicación aprovechan para hacer propaganda con ello, a favor y en contra: debates, programas especiales y avances informativos. En este último año que hemos pasado en el bosque, el proceso de soberanía catalán ha continuado su camino y alcanza hoy a una de sus puntas de iceberg con la celebración la Vía Catalana: una cadena humana de más de 400 kilómetros en favor de la independencia de la nación. Por lo demás, todo sigue más o menos como yo lo dejé aquel noviembre de 2012 en el que Artur Mas ganó las elecciones y Mariano Rajoy fue acusado de asesinato.

—Oye, Deivid. ¿Aquí pasó algo con Rajoy?
—¿Algo cómo qué?
—Que lo metieran en la cárcel o algo así...
—No. No al menos antes de que nos instaláramos en la casa. Creo que dimitió, eso sí.

Deivid contesta sin apartar la vista de un viejo tebeo de Superman.

—¿Qué lees?
—Un Superman viejo. Creo que lo trajiste tú.
—¿Y qué pone ahí?
—¿Dónde?
—Ahí, en la contraportada pone algo, escrito en rojo.
—¿Esto? No sé... No entiendo la letra... Que no abra la puerta o no sé qué...


Avanzamos por esta carretera sin líneas blancas, con un viento suave y el cielo parcialmente nublado en el final de este verano. Giro el dial de la radio y suena The times they are a-changin'. Parece un tópico, ya, pero ¿qué otra canción podía sonar ahora?

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